En el contexto sanitario actual, la educación tuvo que modificar su paradigma, transitando del aprendizaje de contenido a una formación de competencias, lo que ha involucrado múltiples cambios. Hoy, si aprendemos algo lo guardamos en una parte de la memoria, pero si no lo aplicamos rápidamente es probable que cuando lo queramos usar ya esté vencido u obsoleto. Actualmente no solo la velocidad de la creación del conocimiento se ha multiplicado, sino también los medios que utilizamos para conseguir dicho conocimiento, por tanto, la velocidad de aparición y distribución de éste es más rápida que la velocidad con que el ser humano puede aprender. Frente a este reto, las instituciones educativas deben abocarse a la formación de competencias en una realidad que pide a gritos el cumplimiento de toda ellas.
En la actualidad se consideran tanto a las habilidades blandas y a los conocimientos académicos competencias altamente valoradas, por lo tanto, el sector educativo juega un papel esencial en la formación de personas competitivas integralmente, pues afronta de manera directa el gran reto de desarrollar habilidades y conocimientos que sean útiles y que los acompañen gran parte de su vida. El desarrollo del pensamiento en el campo de la educación exige dotar a los estudiantes de capacidades intelectuales que les permitan comprender, analizar, evaluar, sintetizar, renovar, adaptar, producir y difundir conocimientos, así como reflexionar, convivir, dialogar, compartir, actuar y resolver problemas en contextos marcados por la diversidad social y cultural.
En este entorno vigente, la sociedad es responsable de educar a sus integrantes, es decir, todos nosotros debemos estar comprometidos con esta acción educativa, generando nuevas estrategias educativas que contribuyan al desarrollo de habilidades que requieren las nuevas generaciones para afrontar con éxito el mundo de incertidumbres generado por la pandemia, los cambios sociales y el progreso tecnológico.
Los usos educativos de Tecnologías suponen tener capacidades para que el recurso sea bien utilizado. Nuestros jóvenes, niñas, niños y el profesorado no han sido preparados para sobrellevar espacios de instrucción formal mediadas por entornos virtuales, más complicado cuando quien debe apoyar el estudio en casa es “la familia” que en muchos casos se encuentra desprovista de herramientas pedagógicas para atender este desafío. Hoy particularmente resalta la importancia de la familia y de la colaboración que debe existir entre ella y el colegio en el arduo y complejo proceso de la educación de un ser humano.
Han pasado ya casi dos años en una realidad que no imaginábamos, la pandemia vino a cambiar nuestra percepción del valor de la vida, aprendimos a ser responsables con nuestros seres queridos. Esta responsabilidad individual y colectiva supone protegerse uno para proteger a los otros. No podremos sobrevivir sin ayudar a que otros también lo hagan y es imperioso movernos disciplinada y colectivamente para enfrentar este reto con tantas implicancias en el ámbito educativo, por eso es fundamental que todas las instancias trabajemos en conjunto para guiar a nuestros jóvenes, niños y niñas en este complejo momento sanitario mundial.